La oración colecta de hoy reza así: «Escucha con piedad nuestra súplica, Señor, e ilumina las tinieblas de nuestro corazón con la gracia de tu Hijo, que viene a visitarnos».
El adviento es un presente continuo: «Viene». Es una acción que sucede incesantemente. De este modo abarca la historia, que siempre estará compuesta de un pasado, un presente y un futuro. En la historia de la salvación el gran protagonista es siempre Dios y, por lo tanto, tiene unas cualidades que nadie más tiene. Una de ellas es la autoridad
No sólo vino en el pasado hace 2025 años. Aquél nacimiento, cuyo aniversario celebramos en forma de año jubilar, dio paso, tras la muerte y resurrección, a la presencia de Dios de un modo muy original: el pan y la palabra. En el misterio de la eucaristía Cristo viene constantemente a nuestra vida: nos alimenta y nos habla.
Por eso rezamos hoy en la oración colecta: «Acepta, Señor, los dones que hemos recibido de ti, y lo que nos concedes celebrar con devoción durante nuestra vida mortal sea para nosotros premio de tu redención eterna». Es precioso: nuestra ofrenda es el pan y el vino, símbolo de nuestra vida entregada cada día en el altar. Esa ofrenda es visitada por Cristo, «que viene», y la santifica, la llena de su presencia. Pero lo hace tan suavemente, tan discreto, que tenemos que mirar a la redención eterna, donde esa acción transformadora de Dios será en la manifestación y el poder.
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